Rabindranath Tagore: conquistador de la trascendencia

Rabindranath Tagore: conquistador de la trascendencia
Juan Carlos García |«Cada poema es único, en cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía, toda la humana necesidad, todo lo que somos, hemos sido y seremos» R.T.
Es el mejor poeta Hindú de todos los tiempos y el primer ganador asiático del Premio Nóbel de literatura, ha sido la única persona en el planeta en escribir el himno nacional de dos países, el de Bangladesh y el de la India. Su lucha por colocar lo trascendente sobre lo superficial sitúa su obra (Escritos, cuentos, poemas, cantos, libros didácticos) en un contexto de suprema espiritualidad, el nivel de excelencia alcanzado por su tintero le valió el reconocimiento de su país y el mundo. Su obra es de permanente intimidad, vibrante, muy humana cuando no angelical. 
“Nacen sus poemas con la profunda vocación de un pozo”, como dijera Octavio Paz al referirse a las profundidades abisales que alcanzó su inspirada obra, que proviene de la mezcla de una infancia familiar marcada por el arte y la cultura, un ambiente holgado, una sensibilidad intensa desgarrada por tragedias familiares. Con una vida dedicada a la conquista de lo trascendente, por vía de la educación y una madurez tentada por miles de reconocimientos que lo exponían a la fama, cosa que despreciaba, porque “tal vacuidad de la fama, que es esencialmente nada, se ubica del lado opuesto a la trascendencia, que es el todo”, dijo Tagore una vez. 
De acuerdo a su escala de valores, la misma trascendencia es “la gran cima humana que podría encumbrarnos, si nos decidimos a escalarla, odisea tantas veces postergada”. En su concepto de vida, únicamente la educación puede despertar la esencia de las personas para lograr de ellas su apego por lo trascendental. Su obra enseña que las cosas que nos atan a la existencia deben ser remplazadas por los principios y valores más espirituales. Sus amigos habituales se concentran en un listado glorioso: Albert Einstein, Robert Frost, Mahatma Gandhi, Thomas Mann, George Bernard Shaw y H. G. Wells. Su famoso encuentro con Einstein en Kaputh, Berlín, el hogar del científico, el 14 de julio de 1930, arrojó evocaciones deslumbrantes de Tagore, como la siguiente: “Conocer y no saberlo, ésta es la perfección. No conocer y estimarse sabio, éste es el mal. Conocer el propio mal es liberarse del mal. El sabio no tiene mal, porque lo reconoce y no lo padece”.
En ese encuentro de gigantes, ambas luminarias discutieron sobre una amplia variedad de temas incluyendo la epistemología, ontología, teoría musical y poesía. Unidos ambos por una misma pasión: las cuerdas, dado que Albert Einstein estuvo siempre comprometido con su violín y Rabindranath volcado desde muy joven a la cítara, pasaron una velada de 8 horas: 
En un momento, Albert observa: ¿Sabías que el violín, con sólo cuatro cuerdas tiene más acordes que el piano con 78 teclas?
Tagore elucubra: “Cada poema es único, en cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía, toda la humana necesidad, todo lo que somos, hemos sido y seremos”.
Tagore fue el menor de catorce hijos. De niño, vivió en una atmósfera de publicación de boletines literarios y de representaciones musicales y de teatro. De hecho los Tagore era una familia amante del arte. El hermano mayor de Tagore, Dwijendranath, era un respetado poeta y filósofo. Otro de los hermanos, Satyendranath, fue el primer miembro de etnia india admitido en el elitista y antiguamente formado sólo por blancos Servicio civil indio.
Además otro hermano, Jyotirindranath Tagore, era un músico de talento, compositor y autor de obras. Entre sus hermanas, Swarna Kumari Devi, se ganó fama como novelista por su propio derecho. La esposa de Jyotirindranath, Kadambari, que tenía casi la misma edad que Tagore, fue una querida amiga y tuvo una poderosa influencia en Tagore. Su abrupto suicidio en 1884 le dejó fuera de lugar durante varios años, y marcó profundamente el timbre emocional de la vida literaria del poeta.
En 1878, Tagore viajó a Brighton en Inglaterra para estudiar en una escuela pública. Más tarde, estudió en el University College de Londres. Sin embargo, no terminó sus estudios y dejó Inglaterra después de una estancia de un año. Esta exposición a la cultura inglesa y a su lengua se filtraría en sus primeros escarceos con la tradición de la música Bengalí para crear nuevas formas de música. A pesar de eso, Tagore no abrazó nunca completamente las rígidas normas inglesas ni la estricta interpretación de la tradicional religión hindú por parte de su familia en su vida o en su arte, eligiendo en su lugar tomar lo mejor de ambas esferas de experiencia.
Hoy día en que los valores tiran furiosamente contra la trascendencia por todo el espectro global, sólo el tsunami de las rimas de los regaetones nos da escalofrío, por lo que el pabellón de Tagore resulta más vivencial que nunca, un recordatorio de factura exquisita, de que nos estamos consumiendo de genuina vacuidad, ocupando la pavorosa nada del espacio: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.” | JUAN CARLOS GARCÍA, periodista y escritor mexicano, reside en RD