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martes, 1 de marzo de 2011

Biutiful Javier Bardem

Biutiful Javier Bardem



JOCHY HERRERA | Biutiful es indudablemente el mejor trabajo del audaz director mexicano y el mejor papel de Bardem en dos décadas de actuación profesional. 
Biutiful, la más reciente película de Alejandro González Iñárritu, desnuda el mundo de los inmigrantes radicados en esa “otra” Barcelona: no la de los vecindarios chic del Allen Vicky Cristina… ni la de El Pasajero de Antonioni, sino la urbe de las sweat shops. La de esclavos modernos, asiáticos y africanos, y la de policías corruptos que en contubernio sostienen un submundo de extorsión oculto a la vuelta de la esquina en la gran ciudad Gaudí. El filme incorpora un elenco de novatos actores yuxtapuestos al veterano Javier Bardem quien en el complejo rol de Uxbal, retrata un dedicado padre que sobrevive como criminal barato al tiempo que sucumbe al cáncer. Es de tal forma que Uxbal, también inmigrante en su propia España (andaluz radicado en Cataluña, un —charnego—hijo de un expatriado antifranquista), está obligado a vivir con la urgencia de lo inminente en el tanatofóbico mundo posmoderno que le rodea. 
Biutiful, como diario de supervivencia, dibuja la más real de las ficciones —la contradicción humana— y el dolor y sufrimientos del hombre común en pleno centro de la nueva Europa. Nos encontramos ante un sólido texto literario de González Iñárritu en esta ocasión sin la colaboración de su acostumbrado guionista, el destacado Guillermo Arriaga. Pero sobre todo, el colosal trabajo de Javier Bardem, un verdadero tour de force, prácticamente, es la película: Uxbal es un hombre pobre que cría hijos mientras su inestable esposa respira el mundo bipolar y se nutre de la adicción al tiempo que lucha fallidamente por mantener una relación maternal con dos chicuelos encantadores. A su vez, Uxbal es un complicado ejemplo de supervivencia colectiva, alguien que hace tratos con traficantes de indocumentados encerrados en un sótano mientras, simultáneamente, adopta la familia de un vendedor senegalés a punto de ser deportado y protege a una joven mujer china empleándola en servicios domésticos.      
Los personajes anteriores de Bardem estuvieron circunscritos alrededor de sus muertes: el paraplégico Ramón Sanpedro que en Mar Adentro lucha por su propia eutanasia; el Reinaldo Arenas de Before Night Falls; y el Uxbal que rescata la muerte de su joven padre, quien en el inicio de la película, le cuestiona los menesteres del más allá. Aparecen también otras muertes: las que Uxbal facilita gracias a innatos poderes extrasensoriales, una habilidad que le provee el tan necesitado dinero para sostener a su familia. Biutiful se convierte de esta forma en una suerte de “panorámica de la vida observada desde su punto final para así darle más significado”, según ha declarado González Iñárritu. 
Bardem, por su parte, ha dicho que la necesidad de contener la intensidad emocional del personaje que se acrecienta a través de la película por la naturaleza cronológica de la filmación, entre otras razones, ha hecho este rol el más difícil de su carrera. Cuestionado sobre el impacto personal inducido por el intenso trabajo de filmación, Bardem indicó que necesitó seis meses para sacudirse de Uxbal; y en ese proceso ha confesado haber sido marcado por el personaje que González Iñárritu escribió para él. A mi parecer, el esfuerzo no ha sido en vano. Biutiful es indudablemente el mejor trabajo del audaz director mexicano y el mejor papel de Bardem en dos décadas de actuación profesional.    
Contrario a Babel, en esta ocasión González Iñárritu ha construido un filme de forma lineal, en una sola ciudad, centrado en un sólo personaje, y en orden cronológico. Y ha admitido que el “vagabundeo” temático de trabajos anteriores no es evidente en esta historia: “no voy a explorar la multiplicidad simultánea y las narrativas entrecruzadas, estoy cansado de idiomas y países diferentes”. A pesar de sus rápidos diálogos, escenográficamente, Biutiful revela secuencias de poderoso simbolismo: inmigrantes ahogados en la rambla; pájaros negros volando desesperadamente en un apocalíptico cielo claroscuro; delfines, arañas y búhos muertos que icónicamente cierran el círculo existencial del ser humano; y un alegórico cartel anunciando un bar llamado “El coyote” en plena periferia de Barcelona. 
Resulta curioso cómo la crítica se empecina en no comprender la filmografía de González Iñárritu: Amores Perros, 21 Grams y Babel, la “trilogía del dolor”, son trabajos inusuales y de peculiares características que no llenan parámetros preestablecidos. Por tal razón, según el destacado teórico Jonathan Rosenbaum, éstos son filmes imposibles de adjudicar a un género particular, hecho que perturba a la industria cinematográfica usualmente sospechosa de películas “inclasificables”. Por igual, la obtusa crítica de mainstream ha dicho que Biutiful es “demasiado optimista”; que es “un hermoso y melancólico poema”; un laborioso esfuerzo de “depresión de diseñador”; y “una historia de amor entre un padre y sus hijos”. Paradójicamente, tales afirmaciones contrastan con la caracterización del propio González Iñárritu de que “Babel es una opera y Biutiful un réquiem”. 
Biutiful ha transportado a Javier Bardem a un nivel diferente convirtiéndolo en el más maduro de los actores de su generación. El estudio disciplinado del personaje y su reinvención a través del rígido ejercicio teatral que mantiene durante cada compromiso cinematográfico, han engrandecido una ya probada capacidad histriónica. Por igual, la seriedad y el tesón con que Bardem enfrenta sus roles, denotan el compromiso intelectual de un actor que ha advertido que “no se puede comprar ni el oro ni el fracaso, porque ninguno son verdaderos”; “más allá de cómo entendamos el mundo intelectualmente el actor tiene la obligación de experimentarlo y vivir sus personajes”. No en vano Sean Penn ha comparado a Bardem con el Brando del Último Tango
Biutiful representa, a mi parecer, un nuevo tipo de planteamiento cinematográfico donde el espectador, testigo de la contundente actuación de ese Javier Bardem convertido en un moderno héroe griego, tal como han indicado sus compañeros, está obligado a “leer” las imágenes de la tragedia poshelénica vivida por el hombre contemporáneo en esta no tan hermosa historia. | JOCHY HERRERA, escritor dominicano, miembro de la Mesa Directiva de Contratiempo y autor de Seducir los sentidos (Mediaisla, 2010).

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