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martes, 1 de marzo de 2011

Una morada para la belleza bajo los adoquines/La Real Academia de Bellas Artes premia al Metro por su contribución al Arte desde el subsuelo

RAFAEL FRAGUAS - Madrid - 01/03/2011
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El subsuelo de Madrid atesora y amplía espacios para el Arte. Tal certeza, aplicada creativamente por la Red Metropolitana Subterránea de Madrid desde hace nueve décadas en muchas de sus 283 estaciones, fue anoche reconocida y premiada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que otorgó a la red ferroviaria madrileña su codiciada Medalla de Honor. Con tal divisa, la veterana institución garante desde el siglo XVIII del Arte y a Cultura distingue el esfuerzo continuado por humanizar la vida cotidiana de los madrileños mediante la apertura de escenarios paralelos a las redes ferroviarias dedicados a fines artísticos en los espacios subterráneos, tarea acometida por sucesivos responsables de la red del metro.
A este esfuerzo por llevar el impulso de la belleza hasta los espacios más hondos de la ciudad se refirieron el arquitecto Antonio Fernández Alba y el ingeniero Javier Manterola, buenos conocedores de la materia por haber colaborado ambos, recientemente, en la atrevida marquesina acristalada que conduce a las entrañas de Madrid desde el centro de la Puerta del Sol. Fernández Alba habló de una "poética del subsuelo" y Manterola glosó las resistencias titánicas a vencer en la lucha por penetrar las profundidades. Los dos subrayaron la potente imbricaciòn de tecnología y estética que esmalta buena parte de las instalaciones del Metro en la ciudad.
Ya en sus albores la Compañía Metropolitana, en cuyo origen se sitúa la iniciativa de su primer accionista el rey Alfonso XIII, inició su periplo por el mundo artístico mediante la encomienda del trazado de algunas de sus mejores estaciones, como la de Sol, al impar arquitecto Antonio Palacios Remilo. Aún cabe contemplar y admirar sus diseños para la ornamentación de algunas estaciones, como las verjas de Noviciado, y los más veteranos del lugar recuerdan el extraordinario templete ideado por el arquitecto gallego para alojar el ascensor en la estación de la Red de San Luis, hoy trasladado y reedificado pieza a pieza en la villa gallega de Porriño.
Todas estas evocaciones flotaron anoche en la atmósfera del gran salón barroco de la Academia, en la calle de Alcalá, 15 repleto de asistentes, donde fueron recibidos por su anfitrión, el director de la institución real, Antonio Bonet Correa y por un elenco de académicos, entre los que figuraban el pintor Manuel Alcorlo, el urbanista Fernando Terán, el arquitecto Miguel Oriol y el músico Ismael Fernández de la Cuesta, entre otros, y en donde no faltaron los sones de una apasionada improvisación al órgano de su antiguo director, González de Amezúa, que rubricó el acto.
En la velada parecieron volver a ponerse en valor las veteranas e innovadas estaciones adaptadas para exposiciones fotográficas, pictóricas o arqueológicas, como la pionera de Retiro; la recuperación de la estación "fantasma" de Chamberí; los paramentos revestidos de laboriosos mosaicos y paneles, como Nuevos Ministerios; además de sendas musealizaciones de las ruinas arqueológicas del Buen Suceso, en Sol y las fuentes de los Caños del Peral, en la plaza de la Ópera; o bien la excelsa Nave de Motores de Pacífico, verdadera alhaja de la arqueología industrial madrileña, que suministró electricidad alternativa a los tendidos de las líneas férreas subterráneas, hoy suman 293 kilómetros, que horadan la ciudad y que afloran en 283 estaciones.
Por ellas transita, cada día, una parte sustanciosa de la vida de 1.300.000 usuarios, que han convertido sus líneas no sólo en lugares de encuentro sino también, en un inmenso salón de lectura -sobre todo femenina-, como recordó Juan Bravo, presidente de Metro de Madrid. José Ignacio Echeverría, Consejero de Transportes e Infraestructuras, recibió la medalla y subrayó que "el Metro, en Madrid, ha sabido recoger el espíritu de cada época". La medalla de Honor de la Real Academia de San Fernando, que concede anualmente desde 1943, ha sido otorgada en anteriores ediciones a instituciones como las Fundaciones Juan March y Thyssen-Bornemisza y a la Sociedad Filarmónica de Bilbao, entre otras entidades.

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