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jueves, 10 de marzo de 2011

La cucaracha/Tomado de Fima de Amos Oz, en el ensayo La tierra prometida olvidada de Nadin Gordimer



En su cocina Fima se encuentra con un invitado.

            De repente una cucaracha que parecía cansada e indiferente se desplazaba tranquilamente hacia él. No intentó escaparse. Enseguida, Fima se apasionó con la emoción de la caza […] se quitó el zapato y lo blandió, y luego se arrepintió al acordarse de que fue así, con un golpe de martillo en la cabeza, como el agente de Stalin asesinó a Trotski exiliado. Y se asustó al descubrir la semejanza entre Trotski, en sus últimas fotografías, y su padre, que acababa de marcharse, rogándole que se casara. El zapato quedó inmóvil en su mano. Observó con asombro las antenas de la criatura, que trazaban lentos círculos en el aire. Vio masas de pelillos diminutos y tiesos, como bigotes. Estudió las piernas larguiruchas aparentemente llenas de articulaciones. La formación delicada de las alas alargadas. Se llenó de una emoción de asombro frente al arte preciso y menudo de la criatura, que ya no le parecía aborrecible sino de una perfección maravillosa; un representante de una raza odiada, perseguida y encarcelada en las cloacas, perfeccionándose en el arte de la supervivencia tozuda, ágil y astuta en la oscuridad; una raza que sucumbió al aborrecimiento primitivo del miedo, a la crueldad sencilla, a los prejuicios heredados. ¿Podría ser precisamente lo evasivo de esta raza, su humildad y su falta de atractivo, su vitalidad poderosa, lo que inspiraba horror en nosotros? ¿Horror provocado por la longevidad misteriosa de una criatura que no pica ni muerde y siempre guarda las distancias? Volvió a calzarse el zapato, sin darse cuenta del mal olor de su calcetín. Y cerró la puerta del armario debajo del fregadero con cuidado, para que la criatura no se alarmase.

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