Mi primera vez fue con La ciguapa. Sus cabellos pabellonaban aquella desnudez y su canto aturdía mi corazón de un modo que el temor a morir corroía mis ímpetus adolescentes. A través de la nívea expansión podía escuchar sus zancadas. Mi respiración delataba inmadurez en tales diligencias del placer. Una osadía de roedor me acomodaba al claustro de su sensualidad. Temblar a cada palabra, serpentear al filo de la noche o el alba; el dolor del amor que parte con una leve dulcedumbre en agonía, la expiación de la mujer amada a destiempo. ¡Aaahhh! El morbo del más hermoso relato de Javier Angulo Güridi.
Randolfo Ariostto.
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